Collin*
La tienda era asfixiante. Demasiado pequeña. Demasiado cerrada.
Collin se sentó en la silla del rincón, los ojos recorriendo el ambiente. Necesitaba algo. Cualquier cosa. Un arma, una grieta, una salida.
Nada.
Su corazón latía como un tambor, pero su rostro permaneció impasible. No les daría la satisfacción de verla desesperada.
Se acercaron pasos. Y, de repente, Colen estaba allí.
La hermana se sentó frente a ella, la mirada deslizándose por Collin con una evaluación burlona.
"¿Te ves horrible, ¿lo sabías?"
Collin alzó la vista, fulminándola con la mirada.
"¿Ya te miraste al espejo hoy?"
Colen se rió. Esa risa arrogante e irritante que Collin siempre odiaba.
La risa cesó, pero el brillo de provocación todavía danzaba en los ojos de la hermana.
"¿Cómo pudiste aceptar esto, Colen?" escupió Collin las palabras como veneno. "¿Justo tú, que siempre dijiste odiar a los lupinos? ¿Y ahora estás aquí... tratándolo como si fuera tu 'papá'?"
Colen se reclinó en la silla, perezosa, cómod