Collin corría tan rápido como podía, intentando escapar de Caius, pero parecía imposible.
Se lanzó detrás de un árbol grueso, presionando la espalda contra el tronco y conteniendo la respiración.
Collin cerró los ojos, mordiendo sus labios para no hacer el menor ruido.
Un paso.
Otro.
Y otro más.
Un gruñido bajo resonó en el aire.
Y entonces, el ataque llegó.
Caius se lanzó sobre ella, la fuerza del impacto la arrojó brutalmente al suelo. El aire escapó de sus pulmones en un grito ahogado cuando él la inmovilizó, las garras hundidas en sus brazos.
“¡Suéltame!” gritó ella, luchando con todas sus fuerzas.
Pero él era más grande. Más fuerte.
Los ojos salvajes de Caius brillaban en la oscuridad, sus colmillos al descubierto.
Una figura marrón apareció como un relámpago.
El impacto fue tan brutal que Caius fue arrancado de encima de ella, su cuerpo estrellándose contra el suelo con violencia.
Collin jadeó, arrastrándose hacia atrás, los ojos muy abiertos mientras veía al nuevo lupino coloca