Liam*
Caminaba de un lado a otro dentro del templo, sus pasos marcando un ritmo tenso sobre el suelo frío. Intentaba rezar a la Diosa Luna, pero su mente estaba en otro lugar.
Damon y Caius estaban retrasados.
Ya había pasado más de un día.
Y nada.
El pecho de Liam subía y bajaba, los puños cerrados. Su lobo estaba inquieto, gruñendo dentro de él, y el nombre de Collin pulsaba en su mente como una maldición.
Fue entonces cuando Eve entró apresurada.
Liam se giró bruscamente, los ojos tomados por la desesperación.
“Dime que llegaron.”
La esperanza en su voz era casi dolorosa.
Eve solo negó con la cabeza.
“Ninguna señal.”
Liam sintió un sabor amargo en la boca.
Debería haber ido tras ella.
“Debí ir tras ella.” murmuró, más para sí mismo que para Eve.
Ella se irguió, cruzando los brazos.
“Liam, ¿por qué simplemente no la dejas ir?”
Él se volvió hacia ella tan rápido que Eve dio un paso atrás.
“¿Qué?”
“¿No has pensado que quizá esa no es su vida? Que tal vez esta...”
“Eso no es asunto tuy