Collin*

Cuando despertó al día siguiente, la nieve seguía cayendo con fuerza, aunque la tormenta ya había cesado. La camiseta de Liam aún cubría su cuerpo, calentando más que solo su piel: encendía una parte de su pecho que ella fingía no sentir. Collin tiró del cuello de la tela hacia el rostro, inhalando profundamente. El olor de él. Cálido, fuerte… masculino. Cerró los ojos por un segundo, sintiéndose estúpida por desear tanto algo que solo le traía dolor.

Se incorporó lentamente, sus ojos recorriendo el interior helado de la cueva. Apenas tuvo tiempo de pensar cuando Liam apareció en la entrada, con el cabello empapado de nieve, el pecho subiendo y bajando con la respiración agitada. Sacudió la cabeza, dejando que los copos cayeran pesados sobre el suelo de piedra.

"¿Dónde estabas?" preguntó con alerta.

"Fui a revisar nuestra ubicación. La ventisca borró todos los rastros. No hay olor, no hay huellas. Colen se esfumó del bosque", respondió él, recostándose contra la pared, los ojo