Capítulo 2
Regresé a casa y comencé a recoger las cosas que Sansón había dejado.

Durante esos tres meses, pasé la mayor parte del tiempo buscando rastros de Sansón en las rutas de su patrulla, rara vez volvía a casa.

Excepto por la cocina y la cama del dormitorio, casi no había tocado ningún otro lugar.

Pero cuando abrí la caja fuerte, me quedé paralizada.

Faltaba más de la mitad del dinero, y muchas de mis joyas más valiosas habían desaparecido misteriosamente, incluido el collar de concha lunar que me había regalado mi madre antes de morir.

Mi cuerpo tembló. Entendí todo de golpe y, entre lágrimas, me reí.

Durante esos tres meses, en mi búsqueda desesperada de Sansón, había dormido en cuevas y comido hierbas salvajes junto a los equipos de rescate, al borde del colapso mental.

Cada minuto, intentaba contactarlo a través del enlace mental, esperando al menos una respuesta, pero no hubo nada.

Mientras tanto, Sansón había vuelto a casa para llevarse nuestro dinero.

Encendí las cámaras de seguridad y revisé las grabaciones del último mes.

Al tercer día de su desaparición, Sansón entró en nuestro dormitorio con Dulce.

Minutos después, salieron con fajos de dólares en las manos. Dulce llevaba puesto el collar de mi madre y dijo con arrogancia:

—Luna tiene muchas cosas valiosas. No es de extrañar que quisieras deshacerte de una mujer tan materialista. Seguro que te obligaba a comprarle estas joyas.

Luego, fingiendo enojo, añadió:

—Gastas todo tu dinero en ella. Claramente olvidas a tu mejor amiga.

Sansón agitó los billetes y respondió:

—Para compensarte, hoy compramos lo que quieras. Te aseguro que será mejor que Betania.

Las grabaciones llegaban hasta la noche anterior, mostrando a Sansón y Dulce entrando juntos al dormitorio otra vez, y saliendo solo al amanecer.

Las lágrimas cayeron sin que yo pudiera detenerlas. No lloraba por Sansón, sino por mí misma.

Por todos esos años de entrega.

Como hija única del líder de la manada del Este, había administrado la manada con diligencia, establecido relaciones comerciales y asumido responsabilidades tanto de Luna como de alfa, permitiéndole a él vivir sin preocupaciones.

Y ahora me acusaba de materialista.

Un dolor desgarrador llenó mi pecho. Todo este tiempo, mi cuerpo y alma habían sufrido. Pensé que era por la pérdida de Sansón, pero en realidad, era el vínculo de apareamiento advirtiéndome de su traición.

Mientras yo enloquecía buscándolo, ellos habían estado durmiendo en nuestra casa, compartiendo nuestra cama, con Dulce usando mi pijama.

Al ver su intimidad, me mordí el labio con fuerza para no gritar, hasta que sangró.

Él no valía la pena.

En ese momento, el teléfono sonó. No tenía ánimos para contestar, pero la llamada no cesaba.

Lo tomé y me sorprendí al ver el nombre en la pantalla.

—¿Lamberto? ¿Qué ocurre?

—Hay algo que debes saber.

Lamberto me envió un video. En él, Sansón y Dulce compartían una copa en un bar, sus labios casi rozándose, miradas llenas de deseo.

—Sansón no está muerto.

Mi voz tembló al decirlo:

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué...?

Lamberto se detuvo y luego estalló en risas.

Lamberto, el hijo menor del abuelo de Sansón, era su tío cercano en edad. Como alfa, había dejado la manada después de que Sansón asumiera el liderazgo, fundando su propia manada. Nuestro contacto había sido mínimo.

Cuando Sansón desapareció, acudí a él por ayuda, y Lamberto, por respeto a los lazos familiares, accedió a buscarlo. Le debía un favor.

Y ahora, era el primero en confirmarme la verdad.

—Lamberto, si tienes tiempo, ven al funeral de Sansón pasado mañana.

—Allí estaré.
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