Después de colgar, Lamberto me envió otro video.
En él, un amigo de Sansón se agitó de repente y le dijo algo. Sansón, furioso, estrelló su copa contra el suelo. Los presentes intentaron calmarlo, hasta que Dulce murmuró algo que lo hizo reír y luego besarla apasionadamente.
Supe al instante: los ancianos debían haber anunciado el funeral por el enlace, y aunque Sansón lo tenía bloqueado, sus amigos aún recibían mensajes.
Lo que no esperaba era que Dulce calmara su ira con solo unas palabras.
Antes, cuando él se enfadaba, yo debía medir cada sílaba. Un desliz me valía ser echada de casa. El contraste me heló la sangre.
Pero Sansón no estaría preocupado. Siempre que montaba en cólera, yo me apresuraba a disculparme. Esta vez no sería así.
Guardé el video de Sansón y Dulce.
Al cerrar el teléfono, una llamada entrante iluminó la pantalla: Dulce.
Al contestar, la música estridente casi me revienta los tímpanos.
Dulce chilló:
—¡Betania, estás loca! Sansón no ha muerto, ¿cómo osas preparar su funeral y elegir un nuevo alfa? ¡Cuando regrese, te hará pagar por esto! Cancélalo ahora y convoca a la manada. Di que el dolor te hizo delirar.
Corté la llamada sin responder. Apagué el teléfono y dormí la mejor noche en tres meses.
A la mañana siguiente, recibí la lista de candidatos con sangre alfa. Todos ansiosos por competir. Sonreí satisfecha.
Tras ultimar los detalles del funeral y la elección, me planté ante la casa de Dulce.
Toqué repetidas veces hasta que, al fin, se abrió la puerta.
Dulce apareció en camisón de encaje, con marcas de pasión desde el cuello hasta donde alcanzaba la vista. Mi expresión se oscureció al ver el collar de concha lunar de mi madre en su piel.
—El funeral de Sansón. Espero que asistas. Al fin y al cabo, eres su mejor amiga.
Dulce me fulminó con la mirada:
—¿Te ha poseído algún espíritu? ¡No hay cuerpo ni pruebas! ¿Qué clase de Luna maldice a su alfa?
Saqué el edicto de elección alfa y lo arrojé:
—Tres meses perdido. O los forasteros lo descuartizaron, o los buitres lo devoraron. La manada necesita un alfa. La elección ya está en marcha. ¿O prefieres que me desespere como cuando tú me 'consolaste'?
Recordé el día del 'accidente'. Casi me desmayo. Los hermanos de Sansón me llevaron al hospital, advirtiendo:
—Zona de forastero. Sin guardias... mala señal.
Me uní a las patrullas de rescate, buscándolo día y noche. Tres meses sin dormir. Sin notar que aquellos ojos no ocultaban preocupación sino burla.
Al terminar mi discurso, un golpe retumbó en la habitación. Dulce palideció al ver los sellos de los ancianos en el edicto. No esperaba que cumpliera mi amenaza.
—No juegues con fuego, Betania. Sansón te destruirá.
Me encogí de hombros. La puerta se cerró de golpe.