Nos despertó la campana de la iglesia, tañendo como si llamara a todo el pueblo a misa, so pena de arder en el infierno si faltaban. Afuera el sol aún no asomaba sobre las colinas, y cuando abrí la puerta, oí el profundo sonido de un cuerno a la distancia, desde el sur.
—Estarán aquí en una hora —dijo Ronda llegando a mi lado—. Mejor que desayunemos bien, porque será una mañana larga. ¿Hay una panadería o algo similar?
—¿Qué quieres que traiga?
—Dime dónde es. Tú prepara té de romero.
Ponía lo que nos quedaba de agua a calentar cuando Tea se me unió adormilada, envuelta en una manta. Le tendí sus enaguas limpias, secas y perfumadas, que agradeció en un murmullo.
—¿Qué le sucede al cura? —inquirió mirando hacia afuera.
—Llegan los lobos. Ya se oyen sus cuernos. ¿Te queda romero?
—Si están convocando a todo el pueblo, el Alfa no se andará con chiquitas —comentó regresando a su habitación para vestirse.
—¿El romero?
<