Capítulo 26 —Guerra fría
Narrador:
Amaneció como siempre: puntual, despierto, impaciente. Bajó a la cocina, se sirvió un café negro como su humor, y comenzó a preparar el desayuno con la misma frialdad meticulosa con la que estudiaba derecho criminal. Huevos, pan, jugo… Ni siquiera había necesidad, pero le gustaba el acto. Lo calmaba. El crujido suave de una puerta le robó la concentración. No la vio de inmediato. Solo oyó sus pasos descalzos en el pasillo de madera, el leve roce de la tela de su pantalón al andar. Y luego, allí estaba. Apareció en la cocina como si el infierno la hubiese empujado dentro. Cleo se quedó quieta al verlo. Nerón no la miró de golpe. Se tomó su tiempo. Se giró apenas, con el vaso en la mano, y arqueó una ceja.
—Buenos días, señorita Morel.
Su tono fue completamente neutro. Educado. Casi amable. Como si no le hubiese arrancado gemidos unas horas antes. Como si no hubiese tenido la mano dentro de su ropa interior.
Ella tragó saliva. Tenía el cabello revuelto,