El eco de la melosa voz de Diana y la peculiaridad de su "agradecimiento" dejaron a Joren con una incómoda mezcla de alivio y una creciente preocupación. Mientras observaba a su madre retirarse del comedor de la mansión en Puebla, su figura de vestido elegante desvaneciéndose en la distancia, una punzada de arrepentimiento lo asaltó. Joren se sintió un poco preocupado por la información que le había dicho a su madre.
Él había esperado que Diana, con su astucia habitual, no hubiera creído su relato tan fácilmente, o que, al menos, la ambigüedad con la que soltó los datos de Belem la hubiera llevado a una búsqueda más profunda, a desconfiar de lo que había entre líneas. Había asumido que su mente controladora y suspicaz exigiría más, que la información sobre Belem como "expareja" obsesionada sería solo el inicio de un interrogatorio implacable. Sin embargo, para su sorpresa y alivio superficial, Diana pareció haberse quedado completamente satisfecha. La aceptación inmediata de su madre