Mientras los pensamientos sobre el futuro, los hijos y la vida que podía construir junto a Yago danzaban en la mente de Nant, la camioneta avanzaba firme por las avenidas de Veracruz. Yago, completamente ajeno a las divagaciones que se formaban en su compañera de viaje, mantenía una concentración absoluta en la tablet que tenía delante. Entre las manos, sostenía las noticias económicas más recientes, un mosaico de cifras, gráficos y titulares que delineaban el pulso incesante de los mercados financieros. Frente a él, la torre de periódicos y revistas, que había cubierto casi por completo el asiento contiguo, ya se había reducido a la mitad. Con rapidez meticulosa, Yago había desechado y archivado la información que consideraba obsoleta o irrelevante para la reunión que estaba a punto de tener. Su mundo se movía a la velocidad de los datos, y nada debía distraer su atención de lo que realmente importaba: el destino de CIRSA y la estabilidad de todo lo que había construido.
Nant, por su