La noche cayó sobre la modesta casa de Nant, trayendo consigo el peso de la rutina y el cansancio honesto de quienes viven al día. La puerta de entrada se abrió con el chirrido familiar de las bisagras, dando paso a tres figuras agotadas.
Nant, su hermana menor y su madre, Clara, entraron arrastrando los pies. El aire dentro de la casa estaba viciado por el encierro del día, pero olía a hogar. Había sido una jornada brutal: Clara llegaba con los hombros caídos tras un turno doble en el trabajo, mientras que Nant y su hermana traían la fatiga mental de la escuela y las responsabilidades académicas.
—Directo a lavarse las manos y a cenar algo rápido, que mañana hay que madrugar —ordenó Clara, dejando su bolso en la mesa con un suspiro de alivio.
Nant asintió, dejando su mochila en el sofá. Se sentía desconectada. Sabía que Yago tenía un día importante; él le había mencionado vagamente sobre una "conferencia" y una junta decisiva. Nant recordaba fragmentos de aquella cena tensa con Joren