El suave murmullo del agua burbujeante en el jacuzzi era el único sonido que llenaba el lujoso baño de la suite presidencial, un oasis de mármol y vapor. Nant, sumergida en el calor reconfortante, intentaba desesperadamente despejar su mente, pero la imagen de la aplicación de su calendario, con el ominoso indicador de sus días fértiles, se negaba a desaparecer. La posibilidad de una nueva vida, de un hijo con Yago, flotaba en el aire como una nube densa, una mezcla abrumadora de temor y una incipiente, casi imperceptible, esperanza.
A los pocos minutos de haber colgado el teléfono, un timbre discreto y melodioso resonó en la habitación principal, cortando el silencio de la suite. Era la señal de que el servicio a la habitación había llegado. Yago, que se había vestido rápidamente con un pantalón de chándal oscuro y una camiseta de algodón suave, su cuerpo ya en modo "Club de las 5 de la Mañana", se movió con su habitual eficiencia. Abrió la puerta con una ligereza que desmentía la ho