Presionó el botón de llamada y solicitó hablar con el doctor Julián Jones. Cuando el médico entró, notó la ansiedad en el rostro de su paciente.
—¿Quería verme, Miranda? —preguntó él, amable.
—Sí, doctor... —Miranda bajó la voz, como si las paredes pudieran oírla—. Tengo que hacerle una pregunta. Es algo... algo que me da mucho miedo.
—Dígame. Soy todo oídos.
Ella apretó las sábanas con sus puños.
—Doctor, cuando me trajeron aquí, después de la caída... antes de operarme... —tomó aire, temblando—. ¿Ustedes revisaron si yo estaba embarazada?
El silencio se hizo pesado por unos segundos. Miranda sintió que el corazón se le salía del pecho.
—Es que... tengo un retraso. Y tengo mucho miedo de que, si estoy embarazada, la cirugía o los medicamentos le hayan hecho daño al bebé. O peor, que lo haya perdido con el golpe. Necesito saberlo.
El doctor Jones mantuvo su expresión profesional, revisó rápidamente el historial en la tableta y luego la miró a los ojos con seriedad.
—Miranda, es un pro