Al día siguiente.
Jaden estaba sentado tranquilamente en un café en la azotea con vista a Ravenmoor. El caos de la noche anterior no lo había afectado. Se tomaba su café como si nada hubiera pasado, hasta que un hombre con un solo brazo se le acercó lentamente y lo saludó con respeto.
Era Bob.
Su rostro estaba pálido, los labios agrietados y su abrigo no podía esconder las vendas recién puestas donde antes estaba su brazo izquierdo.
—Jefe —dijo Bob, con la mirada baja—. Fracasé. No pude protegerla.
Jaden no habló de inmediato. Dejó el café sobre la mesa, se metió la mano en el bolsillo y sacó una elegante tarjeta de titanio negra, la misma que le había quitado a Stanwell la noche anterior.
La tendió hacia Bob y este la miró fijo.
—Vale cien millones —dijo Jaden simplemente—. Perdiste un brazo salvando a Julie y cumpliste con mis órdenes. Eso es más de lo que la mayoría puede decir.
Los ojos de Bob se abrieron de par en par, llenos de incredulidad. —Jefe, yo...
—Usa la tarj