Pero él no dejaría que todo terminara así.
De ninguna manera.
Avanzó y se volvió hacia la multitud, elevando la voz para volver a captar toda la atención.
—No piensen que esto ha terminado.
Los susurros se propagaron como un incendio forestal. Todas las miradas se clavaron en Stanwell, quien en ese momento subió al pequeño estrado que antes habían usado los subastadores.
—Todos me conocen —gritó—. No soy solo un charlatán con dinero. Soy el boxeador número uno de Ravenmoor. Nadie me ha derrotado en toda mi carrera. Y si voy a perder esa cantidad de dinero, quiero una verdadera pelea.
Señaló directamente a Jaden.
—Y para que sea justo, en tres días, haremos un combate público. Yo contra él, sin abogados ni subastas, solo puños.
Exclamaciones recorrieron el salón.
—Quien gane se lleva cien millones. Tienes tres días para prepararte, Jaden. No te rajes ahora.
Stanwell sonrió, volviendo a sacar pecho.
—Esta vez, veamos qué tal te las arreglas sin que alguie