La tensión en el salón era tan densa que resultaba difícil respirar. Las copas chocaban suavemente, la música se había apagado y la gente ya no pretendía disfrutar de la fiesta, pues estaban viendo y esperando.
Jaden y Stanwell estaban a punto de enfrentarse ferozmente.
Los ojos de Stanwell no parpadeaban, sus manos se tensaban y mantenía los hombros derechos, como si estuviera a segundos de lanzar un golpe.
—Estás muerto, ¿me oyes? —rugió Stanwell, avanzando.
—Caballeros —una voz tranquila interrumpió desde un lado, rompiendo el contacto visual entre aquellos hombres.
Era Donald Winston, el cual caminaba lentamente hacia ellos. No estaba gritando, ni andaba desesperado, todo lo contrario, estaba tranquilo, pensativo y serio.
—Vengan conmigo, ahora —dijo Donald, mirando a ambos hombres con el tipo de sonrisa que se usa cuando se intenta detener una pelea sin avergonzar a nadie —. No hagamos esto aquí.
Stanwell no dijo nada al principio, solo mantuvo la mirada fija en Jaden, pero