El cuerpo de Norman se paralizó como si hubiera sido golpeado por un rayo.
—S... sí... Sí, lo entiendo —balbuceó, con los ojos abiertos por el pánico.
Sus piernas temblaban mientras se forzaba a ponerse de pie, el sudor le caía por las sienes. Sin decir otra palabra, se dio la vuelta y salió marchando hacia afuera, con movimientos eran rígidos y robóticos, como un hombre que camina hacia la ejecución. Detrás de él, Bob y John tropezaron, todavía aturdidos por la humillación anterior.
En el momento en que se abrió la pesada puerta de la entrada, una brisa fría los saludó, pero lo que realmente los golpeó con más fuerza fue la vista de la multitud que se estaba juntando.
Decenas de vecinos ya se habían reunido afuera. La gente se asomaba por los balcones y las ventanas, algunos con la boca abierta y otros tenían los celulares levantados, ya filmando.
—Arrodíllense —murmuró Norman a sus lacayos. Sus rodillas golpearon el pavimento con un golpe seco.
Bob y John lo siguieron, gim