Al día siguiente.
El sol de la mañana bañaba el cementerio de Ravenmoor con un suave matiz dorado, cubriendo las tumbas de silencio y pena.
Jaden estaba de pie, con las manos a la espalda, mientras un ramo de lirios blancos descansaba sobre la lápida de su madre.
A su lado, su hermana menor, Julie, estaba arrodillada; las lágrimas resbalaban en silencio por sus mejillas mientras colocaba un segundo ramo de rosas junto al de él.
—Mamá —dijo Jaden en voz baja, con un tono firme pero suave—. He vengado tu muerte. Los Thornfell ya no existen. Agatha... ya no está.
Julie sorbió por la nariz, con la voz temblorosa.
—Mamá... te extraño. Pero estoy bien. Mi hermano me ha estado cuidando. Solo... desearía que pudieras vernos ahora.
Jaden se agachó, le pasó un brazo por los hombros y la acercó a él.
—Ella nos ve, Julie. Nos está observando. Y te juro sobre su tumba... que nadie volverá a lastimarte jamás.
Se quedaron en silencio, con el viento susurrando entre las hojas, sintiendo cómo el peso