—Padre... Perdón.
Michael se hincó en el suelo, con la mirada desorbitada y el cuerpo sacudido por un temblor.
—Yo... yo nada más quería vengar a mis hermanos. Sabes lo que hizo Jaden. No se merecían morir así.
Lucian Thornfell ni siquiera se dignó a mirarlo. Permanecía de pie junto al barandal, contemplando el océano como si ya estuviera viendo a todo Ravenmoor rendido a sus pies.
—La venganza sin estrategia es debilidad —dijo con indiferencia—. Y la debilidad... no tiene cabida en esta familia.
Michael se estremeció. Lucian se volteó; sus ojos eran indiferentes.
—No hay necesidad de correr. Jaden ya no puede escaparse de nosotros. Después de las Pruebas de Sangre de mañana, la riqueza, el poder y las riendas de Ravenmoor serán de los Thornfell.
Su voz sonaba tranquila, pero resonaba con una certeza oscura; esa clase de seguridad que solo poseen quienes llevan décadas orquestando muertes y ejerciendo dominio.
El labio de Michael tuvo un espasmo nervioso.
—Padre... Padre, por favor. Dé