Jaden se mantenía erguido en medio del patio destrozado. Su voz fue tajante.
—A la familia Blake ya no le sirven las esposas crueles. Y a partir de hoy... nadie amenaza a mi gente.
Sus ojos brillaron con intensidad mientras sus palabras se cerraban como una soga alrededor del apellido Blake.
Mientras tanto...
Más allá del caos, Damian estaba encorvado tras el volante de su lujoso sedán negro, apretando el volante con tal fuerza que las manos le dolían, mientras el sudor le escurría por la frente.
Su cara, habitualmente tranquila, se contorsionaba por la desesperación mientras maniobraba hacia la puerta trasera de la propiedad; el zumbido del motor rugía bajo, como una bestia en plena huida.
—Maldita sea... maldita sea... —masculló, mirando por el espejo retrovisor—. Ese lunático acabó con el Capitán Steven... un segundo teniente, ex operaciones especiales... como si no fuera nada.
La voz le temblaba mientras el miedo le oprimía el pecho.
“Si ese monstruo se queda... mi familia está ac