El sonido de un aullido desgarrador rompió la noche.
Raiden cayó al suelo, su pecho empapado de sangre.
El tiempo pareció detenerse.
Los lobos de Cuarto Creciente miraron con horror cómo su alfa se desplomaba sobre la tierra.
Laila sintió que su mundo se rompía.
Entre la Vida y la Muerte
Dentro de la cabaña, el aire estaba cargado de tensión y desesperación.
Raiden luchaba por respirar.
Los sanadores se movían con rapidez, sus manos trabajando incansables sobre la herida profunda.
Aria estaba a su lado, sosteniendo su mano con firmeza.
Aria (con la voz quebrada, pero con fuego en los ojos): “No te atrevas a rendirte.”
Raiden la miró con una sonrisa débil, sus ojos llenos de amor.
Raiden (en un susurro apenas audible):
“Jamás lo haría.”
Pero su mirada comenzó a volverse borrosa.
Y el mundo se oscureció.
El sanador, un anciano de mirada aguda llamado Elian, frunció el ceño mientras examinaba la herida de Raiden con manos expertas.
Laila (con voz desesperada):
”¿Por qué no está sanando?