La tensión en Cuarto Creciente se sentía como una tormenta al borde de estallar. Las palabras del lobo mensajero resonaban en la mente de cada miembro de la manada: “Entreguen a Laila o destruyo todo lo que aman.” Pero en lugar de sembrar miedo, el mensaje de Kael había unido a la manada con una determinación renovada.
En el salón principal, Laila estaba de pie frente a Raiden, Aria y los líderes de la manada. Sus ojos brillaban con la intensidad de alguien que cargaba con un peso inmenso, pero no estaba dispuesta a retroceder.
Laila:
“No voy a huir. Si Kael cree que puede destruirnos solo por lo que llevo en mi sangre, está equivocado.”
Raiden la observó con orgullo, aunque dentro de él, Fenrir gruñía con preocupación.
Fenrir:
“Es valiente, pero joven. No permitas que la lleven al centro del peligro.”
Raiden (pensando):
“Lo sé, pero no puedo quitarle su voz. Ella es parte de esta batalla.”
Aria, que había permanecido en silencio hasta ahora, dio un paso adelante, su voz firme.
Aria: