Capítulo Setenta y Ocho. El bosque que susurra promesas
El sol apenas despuntaba cuando la caravana de lobos y brujos cruzó el viejo sendero de piedra. Frente a ellos, el Bosque Negro se abría como una herida viva: árboles tan antiguos que sus copas parecían rozar el cielo, y raíces tan gruesas que parecían venas dormidas bajo la tierra.
Pero no dormían. Nada en ese bosque dormía.
Rowan caminaba en cabeza, su mirada fija y el paso seguro, aunque el aire mismo pareciera volverse más denso con cada metro.
A su izquierda, Kael avanzaba en silencio. Había algo tenso en su espalda: no era la rabia del día anterior… sino una inquietud más profunda, como si algo en el viento le hablara en voz baja.
Lyra, llevando a Liam de la mano, notó cómo la bruma del bosque se enroscaba alrededor de sus tobillos, como un susurro frío.
—Mantén los ojos en el sendero, Liam —dijo suavemente—. Y si oyes voces, no respondas.
—¿Voces? —preguntó el niño, tragando saliva.
Lyra no mintió.
—El bosque intentará ten