Capítulo Cincuenta y Dos. Dos Alfas y un sueño.
El aire seguía denso en las ruinas. El cielo había enmudecido, cubierto por un velo gris que parecía absorber el sonido, la luz… y el tiempo. Kael sostenía la trenza contra su pecho, inmóvil, mientras Rowan rodeaba lentamente el altar, como si esperara que algo más emergiera del hueco sagrado.
—Esto no debería estar aquí —murmuró Rowan—. Nadie debería haber podido entrar a este lugar.
Kael asintió en silencio, pero no soltó la trenza. El aroma que desprendía era idéntico al que Lyra había tenido cuando la abrazaba en sus sueños. Pero lo que más lo perturbaba no era eso… sino la certeza de que ella la había dejado allí a propósito. Como una señal. Como una advertencia.
—No estamos solos —susurró de pronto.
Rowan alzó la cabeza, alerta.
Entre los árboles, una silueta esbelta observaba. No atacaba. No se movía. Pero su sola presencia tensó la atmósfera como si fuese una cuerda a punto de romperse.
Un segundo después, desapareció sin hacer r