Capítulo veintidós: Bajo la piel del silencio
El castillo dormía, pero Lyra no.
Después de su encuentro con Morgana, había regresado a su habitación con el corazón latiendo como si presintiera una guerra que aún no tenía rostro.
Liam dormía tranquilo por primera vez en días. Ewan vigilaba desde una esquina, despierto pero en silencio, como una estatua protectora. Lyra lo miró un momento, preguntándose si él había sentido lo mismo que ella al ver la explosión, al ver a Liam entre el humo y los escombros.
El dolor en el pecho no la dejaba respirar.
Salió.
Descalza, con la capa apenas cubriéndole los hombros, cruzó los pasillos hasta la galería del ala oeste. No sabía por qué sus pasos la llevaban ahí… hasta que lo vio.
Kael.
Sentado en el alféizar, la espada sobre las piernas, los ojos perdidos en la negrura del bosque.
—No deberías estar solo —dijo ella, apenas en un susurro.
Kael no se giró de inmediato. Pero su voz fue baja, cargada de algo que no era enojo, ni tristeza. Er