Capítulo ciento ocho. Como si mañana no existiera
El castillo estaba en silencio otra vez, pero no era el mismo de antes. Ya no era la calma del descanso, sino el silencio que se forma cuando todos contienen la respiración. Como si el más mínimo ruido pudiera volver a despertar al monstruo que duerme bajo la piel de Kael.
Rowan se quedó un rato más junto a su hermano. No dijo nada. No lo tocó. Solo respiró con él. Como lo hacía cuando eran niños y Kael tenía pesadillas y él, sin entender por qué, se quedaba a su lado hasta que amanecía.
Lyra lo esperó afuera, con Liam en brazos. No hizo falta que le dijera nada. En cuanto Rowan salió, ella le entregó al niño y él lo sostuvo con una ternura que solo los lobos más fieros saben tener. Le besó la frente, le acarició el cabello.
—Estará bien —murmuró Rowan, aunque no estaba seguro si hablaba de Kael o de Liam.
Lyra le sonrió, y sin palabras, se lo llevó al ala de las niñeras.
Cuando volvió, él la estaba esperando frente a la ventana abiert