Capítulo ciento cinco. La promesa rota
Kael respiraba con dificultad.
El templo se sentía más oscuro desde que abrió los ojos. No por falta de luz —las antorchas seguían vivas, vibrando con cada pulso de magia— sino por la certeza que se había anclado en su pecho: el mundo afuera ya no era el mismo. Y él tampoco.
Rowan se acercó con pasos lentos, deteniéndose a solo un par de metros. Lo observaba como si no supiera si abrazarlo o detenerlo.
—Estás despierto —dijo al fin, la voz cargada de alivio y de algo más profundo. Culpa.
Kael no respondió de inmediato. Solo parpadeó, como si el peso del tiempo lo empujara hacia el suelo aunque su cuerpo flotara aún bajo la influencia del ritual.
—La vi —susurró—. En un sueño... No, no fue un sueño. Fue un recuerdo. Lyra… viva. Con Liam.
Rowan asintió con lentitud.
—Está aquí. En el castillo. Llegó hace horas. Está bien.
Kael cerró los ojos, como si esa verdad le doliera más que cualquier herida física.
—Entonces fallé.
Rowan dio un paso al frente