Ivanna Taylor
—¿Por qué estoy haciendo tortitas a las cuatro de la mañana? —pregunta Shane mientras echa un poco de mezcla en la sartén.
Me río, viéndolo desde la banqueta, y con mis brazos apoyados en la isla de la cocina. Admiro a mi hombre, que resulta todavía es mi esposo, solo llevando joggers y un paño acomodado en el hombro.
Nada más.
Shane siempre ha sido hermoso. Su piel blanca, en contraste con ese cabello suyo tan negro y el color azul de sus ojos, lo hacen ver imponente, masculino y elegante a la vez. Su altura, por encima de la media, es un plus que siempre me gustó de él.
Pero en estos cuatro años él ha mejorado mucho. Está más fuerte, más definido. Los músculos de sus brazos se mueven cada vez que bate la mezcla, cada vez que acomoda las tortitas con la espátula y cada vez que hace cualquier