Mundo ficciónIniciar sesiónEl ambiente oscuro del bar del Soho era un refugio. El jazz suave enmascaraba el ardor de la sopa en el brazo de Sofía y el golpe de la bofetada en su mejilla. Había bebido dos cócteles fuertes. El alcohol no la embriagó, sino que, como un bisturí frío, aflojó los nudos de tensión y dolor que había cargado durante cinco años. Sentía una claridad amarga.
—¡Estás radiante, Sofía! —dijo Lía Astor, su mejor amiga, con ironía mientras la veía beber un sorbo. — Sofía rió con amargura, una risa hueca.
—Estoy quemada, golpeada y a punto de ser una mujer sin trabajo ni marido. No es precisamente radiante. Es el precio de la verdad.
—Es el primer día en que no eres la sombra de Mateo Johnson —replicó Lía, con un gesto cariñoso—. En cinco años, no hiciste más que vivir por y para él. Tu mundo entero era ese hombre. ¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer?
Sofía pasó los dedos por la copa, ya pensando con una firmeza gélida. —Dinero. Necesito dinero para empezar. Los gastos de la abuela son mi responsabilidad, no de mi madre adoptiva. Y no voy a caer en su chantaje. La sumisión terminó.
—¿Y de dónde sacas el efectivo?
—Voy a vender todo lo que él me dio y que no tenga valor sentimental —dijo Sofía, mirando el anillo de diamantes en su dedo, que ahora parecía una burla—. El anillo de bodas, los bolsos caros, todo. Y luego, encontraré otro trabajo.
Lía abrió los ojos, sorprendida.
—¡Esa es mi amiga! ¿Recuerdas esa empresa de tecnología que salió a bolsa hace poco? Querían que fueras la Directora de RRPP. La rechazaste porque Mateo te dijo que no era "suficiente".
—Lo recuerdo —dijo Sofía, sintiendo un nuevo tipo de energía, la energía de la libertad, mezclada con la tristeza profunda del desamor. Por primera vez, el futuro se sentía suyo, aunque incierto.
Mientras hablaban, el teléfono de Sofía vibraba sin parar en su bolso. Era Mateo, una y otra vez. Él, que nunca la había llamado por asuntos personales, ahora estaba desesperado.
Sofía miró el teléfono con una distancia fría. —Que espere. Su pánico ya no es mi problema.
Se levantó para ir al baño, buscando un momento de silencio para reafirmar su determinación.
Al salir del baño, la encontró. Mateo Johnson estaba esperándola.
Su expresión era una mezcla explosiva de furia, confusión y una posesión herida. Había llegado buscando a su propiedad perdida.
—No voy a aceptar el divorcio —dijo él, su voz baja y dura, llena de control.
Sofía no se asustó. La serenidad que había encontrado era más fuerte que su miedo. Se acercó a él.
—Eso es irrelevante —respondió ella, con una calma desarmadora.
Sacó de su bolso un papel doblado. Era una lista detallada, el cálculo de su trabajo no remunerado. Era una factura por sus servicios como ama de casa y relaciones públicas fantasma.
—Esto es un cálculo de la compensación que exijo —dijo Sofía, entregándole el papel con un gesto puramente profesional—. Fírmalo y podemos acelerar el proceso. Lo compensaré con el dinero de las cuentas conjuntas.
Mateo arrugó el papel en su mano, furioso. —¡Estás loca!
—No. Estoy siendo una profesional —replicó Sofía, inmutable, mirando a través de la tormenta en sus ojos.
Él la agarró del brazo, el mismo brazo que estaba enrojecido por la sopa.
—¡Si no firmo, seguirás siendo mi esposa para siempre! —la amenazó, usando su nombre y el poder de su posición social para controlarla.
Sofía se soltó con un tirón, sintiendo el ardor, pero no cediendo. —Ya firmaste el acuerdo. Pregúntale a tus abogados si no me crees.
Mateo cambió de estrategia, intentando la manipulación emocional.
—Lo mío con Camila es solo una farsa, Sofía. Mi negocio la necesita. Podemos volver a estar juntos. Puedes seguir siendo mi amante. ¿Acaso no éramos felices así antes? Solo tenías que esperar.
La palabra "amante" golpeó a Sofía. Su amor se había reducido a una posición humillante y secreta, y el dolor se hizo una punzada profunda y enigmática.
—No tienes familia, y además, están los altos gastos mensuales de tu abuela —continuó Mateo, usando el chantaje de sus padres adoptivos—. Tú sola no puedes afrontarlos. Me necesitas para eso.
Sofía lo miró fijamente. Su voz era un hilo de acero, libre de toda emoción.
—Ya le has dado tu amor y lealtad a otra persona, Mateo. A Camila y a tu negocio. Y no quiero tu compasión ni tu dinero sucio.
Su voz era tan firme que el corazón arrogante de Mateo comenzó a flaquear. Por primera vez, vio una grieta en su propia convicción.
—Lo único que necesitas —dijo Sofía, con el tono cortante de una sentencia—, es una relaciones pública que resuelva tus problemas, una sirvienta que te limpie y te asee cuando estás borracho. No necesitas una esposa.
La verdad de sus palabras destrozó la máscara de Mateo. Perdió el control. Dejó de ser el CEO y se convirtió en el huérfano asustado y egoísta que se creía dueño de lo que no podía comprar.
La agarró con fuerza, esta vez del otro brazo, y la arrastró brutalmente hacia una sala privada que usaban para reuniones.
—¡Vas a volver a casa conmigo ahora mismo! —rugió, cerrando la puerta con violencia.
Sofía luchó, gritando, pero el sonido del bar ahogó su voz. Mateo la empujó contra la pared y, con un movimiento violento, rasgó la tela de su camisa cerca del hombro. El pánico la invadió. Su fuerza no era suficiente.
De repente, justo cuando Mateo se acercaba con un rostro desfigurado por la rabia, el seguro de la puerta se rompió con un sonido seco e inesperado.
La puerta de la sala privada se abrió de golpe contra la pared, revelando una figura alta y poderosa, vestida con un traje oscuro que parecía aún más caro y autoritario que el de Mateo. Su presencia llenó el pequeño espacio, y su rostro, aunque tranquilo, era duro como el mármol. Sus ojos la miraron por un instante, y Sofía sintió una extraña conexión, un destello en la oscuridad.
Una voz fría, profunda y enigmática resonó, deteniendo a Mateo en seco, como un conjuro.
—¿Parece que esta señorita no está muy dispuesta?
Mateo estaba paralizado por la autoridad del recién llegado. Sofía, con el corazón latiéndole fuerte, se preguntó quién era este hombre que había irrumpido desde las sombras para convertirse en su inesperado salvador, y qué clase de poder tan grande poseía para hacer temblar al invencible Mateo Johnson.







