El apartamento de los padres adoptivos de Sofía no estaba lejos de la oficina de Mateo, pero se sintió como si hubiera viajado a otro mundo. Cruzar el umbral fue como volver a la celda de una prisión que creyó haber abandonado.Apenas entró, Sofía vio la escena que siempre la había hecho sentir miserable: su padre adoptivo, Robert Smith, su madre adoptiva, Doña Lourdes Smith, y Camila Smith, su hermana, estaban en la sala, riendo fuerte alrededor de una mesa puesta para la cena. La mesa era grande, llena de platos caros.Lo más sorprendente fue ver a Mateo Johnson sentado con ellos, como si fuera parte de la familia. Estaba vestido con ropa de casa y se servía vino con total naturalidad. Verlo allí, tan cómodo en el regazo de la gente que la había maltratado toda su vida, confirmó la peor de sus sospechas: él era uno de ellos, y su matrimonio había sido solo una fachada. Sofía se sintió una completa extraña, fuera de lugar, como si hubiese irrumpido en una fiesta que no era suya.Reco
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