Ella lo besó. Mateo, deseoso, la apartó de un empujón. —¡Valentina! —Exclamó.
Ella, con cara de no romper un plato, lo miró con una mezcla de inocencia y picardía. —¿No vas a contestar? —Preguntó.
Él la silenció con otro beso, mucho más intenso y demandante. El teléfono seguía vibrando; insistiendo. Valentina sintió un punzada de culpa, tenía la sensación de estar haciendo algo incorrecto, a pesar de ser la esposa legítima de Mateo. Era como si estuvieran engañando a Luciana.
El beso de Mateo era feroz, casi como un castigo. La mordía, estaba robándole el aliento.
¡Esa chica, le encantaba provocarlo!
Gonzalo tenía razón, Valentina era una experta en seducir. Aunque era demasiado joven para haber llamado la atención de un tipo tan malo.
Su mano se deslizó por su pecho, metiéndose bajo su camisa.
La soltó, respirando agitadamente. —Valentina, ¿en serio? —Preguntó, incrédulo.
Ella, con las mejillas sonrojadas, respondió: —¿No te gusta? —La imagen de aquella noche en Villa Arcoíris, contr