¿Qué estaba diciendo?
Nadia le dio un puñetazo: —¡Aléjate! Tú quieres, ¡pero yo no!
Héctor: —¿De verdad no quieres?
Nadia: —No quiero.
Claro que no quería. Solo de pensar en la imagen de él e Irina entrelazados en la cama, sentía un rechazo físico.
Héctor, dominante: —¡Aunque no quieras, tendrás que aguantarte!
Héctor bajó la cabeza y la besó con fuerza.
Nadia luchaba enérgicamente cuando se escuchó la voz de la sirvienta desde fuera: —Señorita Méndez, hola.
Valentina había llegado.
Nadia empujó al hombre que tenía encima: —¡Valentina está aquí!
Héctor no tuvo más remedio que soltarla y sentarse al borde de la cama.
En ese momento se escucharon golpes en la puerta, "toc, toc", y la voz serena de Valentina: —Señor Celemín, señora Petro.
Nadia se levantó rápidamente, se arregló la ropa y el cabello que Héctor había desordenado, y fue a abrir la puerta: —Valentina, has venido.
Valentina estaba en la entrada: —Señora Petro, ¿dónde está el señor Celemín? ¿Se encuentra bien?
Nadia se apartó: