Valentina desapareció rápidamente de su vista.
Héctor miró a Nadia: —¿Y ahora qué hacemos?
Nadia: —¡Te buscaré una mujer!
Héctor se puso de pie: —Nadia, aún no estamos divorciados, ¿y vas a buscarle una mujer a tu esposo?
Nadia lo miró: —Héctor, ¿estás contentísimo, verdad?
Héctor, rechinando los dientes de rabia: —Bien, búscamela.
Nadia: —¿Qué tipo te gusta?
Héctor: —Una como tú.
—¿Cómo soy yo?
—¿Tú qué crees? ¿Necesito describir cómo eres? Una mujer proactiva, apasionada, que le gusta subirse encima de mí todos los días para pedirme más.
Nadia: —...Bien, llamaré para pedirte una, la más cara.
—¡Gracias!
Nadia hizo la llamada: —¡Necesito que me envíen a una mujer!
Al colgar, Nadia miró a Héctor: —Espera, esa mujer llegará pronto, en cinco minutos.
Héctor: —Oh, entonces puedes irte.
Nadia se sorprendió: —¿Por qué tengo que irme?
—Voy a estar en tu habitación, en tu cama. ¿No tienes inconveniente, verdad?
¿Qué estaba diciendo?
Nadia agarró una almohada y se la lanzó a Héctor: —¿Te has v