Valentina dijo que era tarde.
Dijo que ya era demasiado tarde para todo.
Mateo negó con la cabeza: —Valentina, todavía estamos a tiempo. Solo tienes que darme una oportunidad, y todo se puede arreglar.
Valentina se apartó de Mateo y se secó las lágrimas: —Señor Figueroa, ¿ya has dicho todo lo que querías decir? Ahora puedes irte.
—No, Valentina, yo...
Valentina puso su mano sobre su vientre plano: —Señor Figueroa, es tarde, estoy cansada y quiero descansar. Por favor, vete.
La mirada de Mateo bajó lentamente hasta posarse en el vientre de Valentina. Con voz ronca dijo: —Valentina, ¿estás preocupada por este bebé? Aunque no sea mío, lo trataré como si fuera mi propio hijo. Te amaré a ti y también amaré al niño.
Valentina se sintió impotente. Él todavía creía que el bebé no era suyo.
Ya no importaba. Valentina sintió que no había necesidad de explicar nada. Cuando terminara de resolver el asunto con los Méndez, se iría de allí, así que no necesitaba explicarle nada a Mateo.
—Señor Figuer