El "tut-tut" del teléfono le indicó que Valentina había colgado.
Todo quedó en silencio.
¡Maldita mujer, ahora se atrevía a colgarle!
Para entonces, el mayordomo Fausto se había acercado, y Mateo le ordenó con firmeza: —Llama a la señora Figueroa y dile que la abuela no se siente bien, ¡que regrese inmediatamente!
El mayordomo se sorprendió: —Pero, señor, doña Dolores tomó la sopa medicinal que la señora Figueroa le recetó y ahora está durmiendo, se encuentra perfectamente.
—¿Comprendes lo que es mentir?
Fausto volvió a sorprenderse: —Señor, ¿no está mal mentirle a la señora Figueroa? En estos tres años ha estado cuidando tanto de usted como de doña Dolores, ha sido una labor ardua. No tiene nada de malo que se relaje un poco por la noche.
—Fausto... ¿vas a llamar o no?
Quizás fue la mirada de Mateo, demasiado severa para su gusto, porque Fausto inmediatamente sacó su teléfono: —¡Sí, señor, voy a llamar!
Mateo, con las manos en la cintura y la frente palpitante, pensó que la c