A la mañana siguiente, Sara abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en la cama. Se incorporó, recordaba que anoche había trabajado hasta tarde y se había quedado dormida sobre el escritorio. ¿Cómo había terminado en la cama? Solo había una posibilidad: Luis la había llevado a la cama.
El lado de la cama ya estaba vacío, Luis seguramente se había ido a la oficina. Sara tomó su celular y se llevó un gran susto al ver la hora. ¡Eran las ocho! ¡Había dormido hasta las ocho! Normalmente se despertaba pasadas las seis, salía a correr por la mañana, luego tomaba un café, desayunaba y comenzaba a trabajar. Pero hoy había dormido hasta las ocho. ¿Qué le estaba pasando? ¿Acaso estaba desarrollando somnolencia excesiva?
En ese momento sonó el teléfono, era su asistente. Sara contestó.
—¿Hola?
—Sara, ¿cómo es que todavía no has llegado al estudio? ¡Eso no es propio de ti! Dime la verdad, ¿acaso anoche te divertiste demasiado con el señor Rodríguez? —dijo la asistente con picardía.
Sara suspir