Luciana estaba muy contenta. Finalmente había logrado escapar.
Miró a su alrededor. No había ningún movimiento, todo estaba en completo silencio. Nadie sabía que había abandonado secretamente la mansión de los Celemín en plena noche. Ahora podía hacer lo que quisiera sin que nadie se enterara.
Luciana curvó sus labios rojos en una fría sonrisa. Todo lo que Valentina le había hecho pasar, se lo haría pagar a Sofía.
Luciana se dio la vuelta y se marchó.
...
Luciana llegó donde estaban los secuestradores. El hombre de negro abrió la puerta para recibirla.
— Señorita Celemín, ¡por fin ha llegado!
¡Plaf! Luciana le dio una bofetada al hombre de negro, reprendiéndolo furiosa:
— ¿Qué clase de actitud era esa por teléfono? ¿Así es como trabajas para mí?
El hombre de negro, cubriéndose la mejilla golpeada, sonrió servilmente.
— Señorita Celemín, lo siento. Temíamos que no viniera. Estamos en el mismo barco. Cálmese, señorita Celemín, y ocupémonos rápido de estos dos problemas urgentes.
El hombr