Héctor miró a Nadia y tomó su barbilla.
—¿Separados más de veinte años? Eso suena como si estuvieras quejándote de veinte años de vacío y soledad. Esta noche me encargaré de satisfacerte.
Nadia levantó la mano, pero Héctor la apartó de un golpe.
—Señor Celemín, ve con tu primer amor. Durante todos estos años que no estuve, ¿ya durmieron en la cama donde solíamos dormir?
Los ojos de Héctor se enfriaron.
—¿Cuántas veces tengo que decirlo? ¡Entre Irina y yo no ha pasado nada!
Nadia arqueó una ceja.
—¡Qué curioso! ¿En más de veinte años no te has acostado con Irina?
Héctor respondió:
—No juzgues a los demás con tu mente retorcida.
Entonces, ¿realmente no se había acostado con Irina?
Nadia preguntó con curiosidad:
—¿Acaso el señor Celemín ha estado buscando mujeres fuera? ¿Tu secretaria, o quizás mantienes a alguna estudiante?
—¡NADIA!
—¿Por qué te enfadas tanto? ¿Qué dije que te molestó? No me digas que en estos veinte años no has estado con ninguna mujer. ¡No te creo!
Héctor miró sus labi