Nadia esbozó una sonrisa.
—Señor Celemín, ¿escuchas cómo suenas? ¿Por qué ese tono tan amargo?
Héctor miró su brillante sonrisa.
—¿Dije algo incorrecto? Después de dar a luz, te fuiste sin decir una palabra y desapareciste con nuestra hija. Una desaparición que duró más de veinte años. Si yo no hubiera ido a buscarte, ¿planeabas no regresar nunca?
Nadia sonrió con frialdad. En ese entonces fue Irina quien la había envenenado. Él siempre tenía a Irina a su lado, y su hija simplemente no podía quedarse en Costa Enigma.
Cuando dio a luz a su hija, casi pierde la vida. Fue su gente quien la sacó en secreto. Durante estos años había estado inconsciente por el envenenamiento y solo había despertado recientemente.
—Señor Celemín, el pasado ya pasó. No tenemos nada de qué hablar. Avísame cuando tengas los resultados de la prueba de ADN. Tengo asuntos que atender, me voy.
Nadia se dio la vuelta para marcharse.
Héctor, furioso, extendió la mano y agarró el delgado brazo de Nadia, empujándola con