Nadia no pudo evitar sonreír. Realmente le agradaba Valentina, tan perspicaz e inteligente.
—Valentina, hoy he regresado al país para ver a mi hija Luciana. Ya que coincidimos, ¿por qué no comemos juntos?
¿Qué? Nadia estaba invitando a Valentina a cenar, ¡pero esta era la cena de reencuentro de madre e hija!
—¡No! —exclamó Luciana.
—¡Sí! —respondió Valentina.
Ambas hablaron al mismo tiempo.
—Valentina, ¿cómo puedes ser tan descarada? La última vez fuiste a mi casa como invitada, y ahora quieres comer con nosotros otra vez. ¿Me preguntaste si eras bienvenida?
A Valentina le encantaba ver a Luciana enojada, furiosa pero impotente.
—Señorita Celemín, la última vez fui invitada a los Celemín con permiso del señor Celemín, y ahora voy a cenar porque la señora Petro me invitó. ¿Por qué tendría que preguntarle a la señorita Celemín si soy bienvenida? ¿Acaso la señorita Celemín está cuestionando a su propio padre y madre?
Luciana, atacada verbalmente, no tuvo más remedio que contenerse, ¡aunqu