Capítulo 100 —Bienvenido tú a mi desastre
Narrador:
El vapor todavía salía del baño cuando Mateo apareció en el umbral, apenas cubierto por la toalla baja en su cadera.
Las gotas caían desde su cuello, deslizándose por ese pecho duro, marcando el camino hasta la famosa “V” que desaparecía justo debajo de la tela.
Su cabello, empapado y despeinado, le daba ese aire salvaje que lo hacía imposible de ignorar.
Y allí, sentada en el borde de su cama, estaba Dinorah.
Piernas colgando, bata, cabello húmedo, como si ella también hubiera buscado refugio en una ducha que no le sirvió para nada.
Pero lo que más llamó la atención de Mateo no fue eso.
Fue que tenía los ojos rojos. No de enojo. No de rabia. Sino de haber llorado.
Él se quedó quieto, clavado como una estaca. No sabía si acercarse o quedarse donde estaba. Porque Dinorah nunca mostraba vulnerabilidad. Nunca.
—¿Qué pasó? —preguntó, bajando el tono, casi suave.
Ella levantó la mirada. Lo observó como si necesitara asegurarse de que e