Mundo ficciónIniciar sesiónEl hotel Biltmore en Coral Gables se alzaba como un palacio de otra época, con su torre renacentista iluminada contra el cielo aterciopelado de Miami, el sonido de los motores de lujo y el murmullo de la prensa apostada en la alfombra roja creaban un ambiente de expectación casi insoportable.
Dentro, la gala benéfica de la Fundación Starlight congregaba a lo más selecto de las finanzas, el arte y la política. Artistas, empresarios y políticos estaban presentes.
Alma Reyes bajó del Bentley de Iván, sintiendo que sus piernas flaqueaban por primera vez. El vestido esmeralda se ceñía a su cuerpo como una armadura de seda, y las joyas, un préstamo de la caja fuerte de los Lockwood, pesaban más que el plomo, pesaban como una mentira.
Iván bajó tras ella, se veía impecable, casi irreal, en un esmoquin negro que resaltaba la autoridad natural de su porte, y al notar la vacilación de Alma, se acercó y le ofreció el brazo.
— Respira, Alma — susurró él cerca de su oído — No estás aquí para pedir permiso, estás aquí porque eres la futura dueña de todo esto — Infundiéndole seguridad — Camina como si el suelo te perteneciera.
Alma inhaló profundamente, aferrándose a su brazo.
Al entrar en el gran salón de baile, bajo las lámparas de cristal de Baccarat y el aroma de miles de orquídeas blancas, sintió que miles de ojos se clavaban en ella, el murmullo cesó por un segundo antes de transformarse en un susurro colectivo mucho más fuerte.
— ¿Quién es ella? — Alguien preguntó.
— ¿Es la mujer del escándalo? — Alguien más.
Alma se sorprendió a sí misma.
El ingenio que había usado para sobrevivir en el banco como una empleada invisible emergió ahora como una herramienta de guerra social, mantuvo la espalda recta, respondió a los saludos con una elegancia medida y navegó las conversaciones sobre fondos de inversión y caridad con una agudeza que dejó a más de un magnate impresionado.
No intentaba imitar a la aristocracia, estaba usando su propia inteligencia y formación para dominar el entorno.
— Lo estás haciendo bien — murmuró Iván mientras aceptaban dos copas de champán de un camarero — No sabía que tenían tanta formación en finanzas…
Ella se sorprendió, con que no lo sabía todo sobre ella, ¿he?
— Solo estoy sobreviviendo, Iván, como siempre lo he hecho — respondió ella, aunque una chispa de triunfo brillaba en sus ojos.
Pero la paz duró poco.
El aire pareció enfriarse de golpe cuando una figura se abrió paso entre la multitud. Lina Holland caminaba hacia ellos como si el salón fuera su reino personal.
Vestía un diseño de alta costura en rojo sangre, un color que gritaba desafío, su belleza, que Alma había visto en la foto horas antes, era aún más intimidante en persona, perfecta, afilada y cargada de una malicia educada.
— Iván, querido, qué sorpresa encontrarte aquí — dijo Lina, ignorando por completo a Alma en un inicio— Pensé que estarías ocupado preparando tu... defensa para la próxima semana — Soltó con sorna.
— Lina — contestó Iván, su voz volviéndose de piedra — Te presento a Alma Reyes, mi prometida.
Lina finalmente giró su mirada hacia Alma, fue un escaneo lento, insultante, que intentó desmantelar la confianza de la joven en un segundo.
— Vaya — dijo Lina con una sonrisa que no llegó a sus ojos — Iván siempre ha tenido buen ojo para los... diamantes en bruto, aunque, querida, ese tono de verde es un poco arriesgado para alguien con tu... tono de piel, y con ese acento — añadió, captando una ligera inflexión en la voz de Alma — es tan... pintoresco. ¿De qué parte de la clase obrera de Miami te rescató mi exmarido?
Alma sintió el aguijón de la humillación, pero no bajó la cabeza.
— Vengo de un lugar donde la gente se gana lo que tiene con esfuerzo, Sra. Holland, no todos tenemos la suerte de nacer con un apellido que nos ahorre el trabajo de tener modales.
Lina soltó una carcajada seca, girándose de nuevo hacia Iván.
— Es graciosa. Tiene fuego, me recuerda a aquella empleada doméstica que tuvimos en los Hamptons, ¿te acuerdas, Iván? La que echamos porque creía que podía usar mis perfumes... — Destilando veneno — Iván, espero que no estés cometiendo el mismo error dos veces, ¿recuerdas lo que decías en nuestra luna de miel en París...? que el pedigrí no se puede comprar, ni siquiera con todo tu oro.
La mención del pasado íntimo fue un golpe bajo. Iván tensó los músculos, y Alma sintió la vibración de su furia.
En un movimiento posesivo y protector, Iván pasó su brazo por la cintura de Alma, pegándola a su costado con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
— El pasado es solo eso, Lina, algo que deseché porque ya no tenía valor, y no, no cometo el mismo error dos veces, porque alma no se parece a ti — sentenció Iván, apretando el agarre sobre Alma — Y en cuanto al pedigrí, prefiero mil veces la lealtad y la integridad de Alma que la herencia vacía que tú representas. Vámonos, cariño, Lina suele agotar el aire de las habitaciones donde entra.
Iván guio a Alma hacia la pista de baile, dejando a Lina con la palabra en la boca y una expresión de furia contenida que prometía represalias mientras las sonrisitas socarronas de la gente la seguían como un insulto.
La orquesta comenzó a tocar un vals lento. En medio de la pista, bajo el escrutinio de los flashes, Iván y Alma se movieron con una sincronía inesperada, los cuerpos estaban demasiado cerca, y la tensión sexual acumulada durante los días en la mansión empezaba a desbordarse bajo las luces de la gala.
— Gracias — susurró Alma, mirando el nudo de la corbata de Iván — Por defenderte.
— No te defendí a ti — mintió él, aunque sus ojos decían lo contrario — Defendí mi inversión.
Ella sonrió.
— Mientes muy bien, Lockwood — replicó ella, levantando la mirada para encontrarse con la suya.
El baile terminó, pero la cercanía permaneció, y justo cuando se disponían a retirarse a una zona más privada, Lina volvió a aparecer, bloqueándoles el paso cerca de la salida del gran salón. Había recuperado su compostura de acero.
— Me voy, Iván, pero antes... — Lina se acercó a él, fingiendo una despedida cordial para las cámaras que los rodeaban— No querrás que la prensa piense que nos odiamos, sería malo para el caso de custodia.
Lina se inclinó para darle el tradicional beso de mejilla de la alta sociedad, un gesto que en ella parecía una declaración de propiedad sobre Iván, y un recordatorio de que ella siempre estaría ahí, en su pasado y en su futuro a través de Kira.
Iván, en un reflejo de pura estrategia y territorialidad, la detuvo antes de que ella pudiera rozarlo, y con un movimiento fluido, giró su rostro hacia Alma, la tomó por la nuca con una mano y la atrajo hacia sí con una intensidad que cortó el aliento de todos los presentes.
No fue un beso de mejilla.
Iván selló sus labios con los de Alma en un beso profundo, posesivo y cargado de una pasión que, aunque nacida de la provocación hacia Lina, se sintió aterradoramente real.
Alma, sorprendida, tardó un segundo en reaccionar, pero pronto se encontró respondiendo al beso, cerrando los ojos mientras el mundo a su alrededor desaparecía.
El beso se prolongó más de lo necesario para una simple actuación, cuando Iván finalmente se separó, ambos estaban respirando con dificultad, con los rostros encendidos y una confusión cruda en la mirada.
Lina se quedó lívida, observándolos con los labios apretados en una línea fina de odio puro, se dio la vuelta y salió del hotel sin mirar atrás, dejando tras de sí un rastro de furia encendida.
Iván soltó a Alma recuperando su antifaz de hombre de hielo, aunque sus dedos aún temblaban ligeramente.
— Eso... eso fue por Lina — dijo él, con la voz más ronca de lo normal.
Alma lo miró, sintiendo que el corazón le latía en los oídos. El beso la había desestabilizado más de lo que quería admitir.
No solo era la farsa, era la comprensión de que, bajo ese contrato, empezaba a crecer algo que ninguno de los dos podía controlar.
« ¡Maldición! », ella pensó.
— Sí — susurró ella, intentando recuperar su respiración y su dignidad — Por el contrato, lo entiendo...
Mientras salían del Biltmore, un hombre oculto entre las columnas del hotel bajó su cámara profesional.
Había capturado no solo el beso, sino el momento exacto de vulnerabilidad después del contacto, el hombre marcó un número en su teléfono encubierto.
“Peter, tengo las fotos. Iván está perdiendo el control, la chica es su debilidad, podemos atacar mañana mismo”







