Capítulo 90
Mientras tanto, en Hawái, Alexander estiraba sus músculos bajo el sol de la mañana. Se quitó la camisa para aplicarse protector solar y vio que Isadora se quitaba el pareo. Al verla, su quijada cayó aún más que cuando fue abordado por la morena en el bar.
"Dios… ¿Cómo es posible que esta mujer me vuelva tan loco así?"
Sus ojos bajaron lentamente por el cuerpo de su esposa, deteniéndose en sus glúteos impecables, firmes, redondos, simplemente perfectos. Un escalofrío recorrió su espalda, y el calor que sentía ya no venía solo del sol.
El deseo lo dominó con fuerza. Su miembro comenzó a endurecerse casi al instante, y tuvo que sentarse, inclinando el cuerpo hacia adelante en un intento frustrado de disimular la excitación. No era una tarea fácil, no con el volumen evidente que lo traicionaba.
— ¿Vas a quedarte solo mirando? — Isadora provocó con una sonrisa pícara, al sentir su mirada ardiendo en su piel.
Alexander alzó los ojos lentamente, saboreando la visión.
— Si me leva