Capítulo 84
El sol estaba más brillante ese día tan especial en las vidas de Isadora y Alexander.
Ella despertó con los ojos aún soñolientos. La sábana se deslizó por su piel, y por un momento se quedó allí, escuchando solo el sonido de los pájaros afuera. Cuando se dio la vuelta, encontró vacío el lado de su marido en la cama.
Escuchó pasos por el pasillo. Se sentó en la cama y miró a su alrededor. Ese sería el día más especial de su vida.
Se levantó, tomando la bata de satín colgada en la percha. Tan pronto como se la puso, escuchó unos golpecitos suaves.
— ¿Isadora? — Era la voz dulce de su suegra. — ¿Puedo entrar?
— Sí, claro.
Su suegra entró sonriendo, sosteniendo una percha con un vestido cuidadosamente envuelto.
— Trajeron el vestido. Y también… — Se acercó, tomando las manos de su nuera entre las suyas — …quería decir que estoy muy feliz de que estés aquí.
Isadora sonrió levemente, pero sus ojos delataban la confusión que aún la embargaba por dentro.
— No sé muy bien qué esper