Arielle celosa de la suiza, esa mujer se creyó que Cassian le haría caso, Pero ese hombre ya está perdido por la nuera. ¿Que quería Daniel? Que deje de molestar la luna de miel de su esposa. Las leo
Perspectiva de Arielle.Bajo del regazo de Cassian después de ese beso intenso, aun sintiendo el eco de sus manos en mi cuerpo, me coloco con rapidez en mi asiento, sintiendo que todo dentro de mi tiembla, incluso sintiendo el palpitar entre mis piernas.Cassian arranca el auto con una brusquedad que me hace morderme el labio. Conduce rápido, sin importar nada, sintiendo esa misma urgencia que yo tengo de llegar a la casa junto al lago.Durante el trayecto no hablamos. Todo entre nosotros arde en el aire, en nuestras miradas breves, en la forma en que sus dedos se aferran al volante.Acomodo mi cabello y sonrió con picardía, cuando coloco mi mano sobre su muslo, lo acaricio y cuando veo esa sonrisa ladeada en sus labios, voy más arriba y comienzo a frotar su erección por encima de la tela.—Eres demasiado traviesa, leoncita —musita con la voz ronca, esa que además de su muy notoria erección, me indica que está excitado.—Te noto muy tenso, solo trato de ayudar a relajarte —le digo con
El que haya dicho que nadie lo hace sentir como yo, hace mi ego se eleve sin que pueda contener la sensación. Saber que un hombre como él —que seguramente ha estado con muchas mujeres— me ponga por encima de todas, es sin duda algo que me hace sentir mucho más segura. Con mi mano esparzo su semen en mis pechos, siendo una completa descarada.Pero Cassian no me da tiempo de recuperar el aliento. Me toma de nuevo en brazos y me lleva a la cama.Su fuerza, su necesidad, su forma de poseerme tan completa me hace sentir pequeña, venerada… y suya.Me recuesta con suavidad brutal sobre las sábanas, me acomoda como si fuera su ofrenda personal.Su mirada me quema más que sus manos, y no hay un solo rincón de mi cuerpo que no sepa que es completamente suyo ahora.Me quedo ahí, temblando, mis pechos subiendo y bajando al ritmo acelerado de mi respiración mientras él se arrodilla entre mis piernas abiertas. Siento el aire frío en mi piel húmeda, y la combinación de su mirada y el contraste de tem
Cassian da un vistazo a mi bolso sabiendo que su hijo es quien está marcando. Pero al ver que no tengo la mínima intensión de responder, decide ignorarlo.Y con el vibrador en mano, vuelve a acercarse a mí. Camina con esa gracia peligrosa, ese dominio absoluto que me deja sin defensa. Y de pronto ese vibrador en su mano me parece un tanto intimidante.Me toma de la cintura, sus dedos fuertes se clavan en mi carne, al tiempo que me voltea con firmeza, hasta dejarme boca abajo sobre las sábanas.Siento el roce de la tela fría en mis pechos, en mi vientre ardiente, y un estremecimiento me sacude de pies a cabeza.Cassian tira suavemente de mis caderas, elevándome.Mis rodillas se hunden en el colchón, mientras mi culo se eleva para él. Jamás me sentí tan expuesta y al mismo tiempo, tan deseable.Me muerdo el labio, temblando, mientras escucho cómo enciende el vibrador.El zumbido bajo llena la habitación y entonces lo siento.La punta del vibrador toca mi clítoris, y mi cuerpo reacciona c
Perspectiva de Cassian.Ser el primero en tener a Arielle de esta forma solo hace que mi instinto posesivo crezca, que se me hinche el pecho de orgullo de saber que he sido el primero en poseer su c*lo. Salgo de ella despacio y beso su hombro cuando un gemido extasiado sale de sus labios.—Hermosa leoncita —musito en su oído y ella eleva una sonrisa mientras su respiración continúa acelerada. Mientras un par de gotas de sudor se forman en mi pecho. Me tumbo a su lado por unos segundos, antes de reponerme y hablar, esta vez con la voz menos jadeante.—Toma una ducha conmigo —le susurro y sabiendo que es muy pronto para que ella pueda ponerse de pie por sí misma. La tomo en ms brazos y la llevo hasta el baño.Abro la llave y dejo que el agua de la bañera comience a llenarla mientras Arielle se apoya en el borde. Una vez que el agua caliente llena el espacio la ayudo a entrar en ella.El agua corre sobre nuestras pieles mientras Arielle se acurruca contra mi pecho, sus piernas enredadas
Perspectiva de Edward ValmontLa junta de esta mañana está siendo un maldito dolor de cabeza. Mis ojos recorren la sala de conferencias, observando las presentaciones y las caras de los analistas, pero mi atención no está ahí. Está en ella.Rossy, está de pie frente a un grupo de hombres jóvenes, explicando con confianza un gráfico en la pantalla. Su voz es clara, precisa, y aunque está rodeada de todos esos idiotas, su presencia se destaca. Todos se inclinan hacia ella, fascinados por la manera en que explica, por la forma en que se mueve, con una gracia natural que es difícil de ignorar.Y sumado a su sonrisa amable, es su escote lo que me mata. Es su maldito vestido blanco, tan ajustado que cada curva de su cuerpo resalta sobre su piel canela. La tela se ciñe a su figura de una manera tan perfecta que me dan ganas de desgarrarla.Y su perfume... dulce y exótico, aun estando a varios metros, puedo olerlo. Me inunda los sentidos. Me está volviendo loco.Frunzo el ceño y me obligo a ap
No tengo nada más que hacer. Lo sé.Terminé mis pendientes hace más de una hora, pero sigo aquí, atrapado frente a la pantalla, fingiendo que algo en este montón de correos importa.El reloj marca las seis y media. El edificio entero respira un silencio denso. Todos se han ido. Todos, menos Rossy.Sigue aquí por mi culpa, revisando un documento que sé perfectamente no necesita correcciones. No hay errores. No hay nada que ajustar.No hay justificación lógica para su estancia.Solo la necesidad irracional, absurda e inmadura, de verla una vez más antes de que desaparezca en la noche.Sé que estoy loco. Que esto no es propio de mí.No debería actuar como un adolescente desesperado, aferrándome a excusas patéticas para alargar su presencia en mi vida.Pero no me importa un carajo.Cuando escucho el golpe leve en la puerta, mi cuerpo entero reacciona como si me hubieran inyectado corriente.—Adelante —digo, con una voz que suena más fría de lo que me siento.La puerta se abre y ella entra.
Narrador Omnisciente.El reloj marcaba las 11 de la mañana en Los Ángeles cuando Daniel Harrington terminó de abotonarse la camisa blanca frente al espejo. Cada botón que cerraba parecía ser más difícil que el anterior, como si tejiera sobre su pecho una red invisible que le recordaba todo lo que no podía ser, todo lo que no podía decir. El celular descansaba en su hombro, sostenido entre su oreja y su mejilla, mientras con una mano libre alisaba las mangas de su camisa arrugada.La voz de Arielle flotaba al otro lado de la línea, aparentemente fresca, casi despreocupada. —El proyecto salió bien —mencionó ella—. Dimos una buena impresión, y estaremos de regreso pronto —aseguró con naturalidad.Daniel dejó escapar una risa suave, aunque fue más una exhalación que otra cosa, mientras tiraba de los puños de su camisa y los ajustaba. El reflejo en el espejo le devolvía la imagen de un joven elegante, pulcro, correcto. Justo como debía ser. Justo como todos esperaban que fuera.—Me alegra
Perspectiva de Arielle.Me acomodo en el asiento del jet privado una vez que hemos aterrizado, enderezo la espalda y deslizo las manos por mi vestido, mientras mi corazón late frenéticamente. Sé que estamos por terminar aquel sueño suspendido que vivimos en Zúrich, ese paréntesis del mundo real donde Cassian y yo nos pertenecíamos sin culpa ni barreras.Cassian no ha dicho una sola palabra desde que abordamos el avión. Me habla solo cuando es indispensable, y cuando lo hace, su voz es esa versión neutra, medida, que aprendí a descifrar. Ese tono que aparenta calma, pero detrás de él arde el fuego que nos consume.El silencio que se instala entre nosotros no es incómodo. Es expectante. Como si aún estuviéramos suspendidos en una pausa que ninguno quiere romper.Durante el vuelo, hubo miradas. Largas, cargadas, llenas de ese lenguaje privado que nadie más entiende. Recuerdo esos pequeños momento de calma que cada vez parecen más lejanos, como el observarlo mientras duerme. O sintiendo