La copa de vino en mi mano está medio llena, pero ya no sé si es el alcohol o la forma en que ella se ríe lo que comienza a darme vértigo.
Arielle se mueve con soltura entre las personas, demostrando que está hecha para este tipo de eventos. Su lenguaje es el del poder, de la elegancia, de la seguridad. Lo que pocos saben, es que también domina el de la sumisión… pero solo conmigo.
Desde hace un rato, varios se han acercado a hablar con nosotros. Arielle responde con inteligencia, con cortesía, y con ese tinte seductor que solo yo logro descifrar por completo. Y cada vez que la observo, cada vez que la miro moverse, gesticular, hablar, sonreír, más deseo devorarla.
No puedo negar que un aparte de mi siente repudio conmigo mismo, ante la idea de lo que soy. Porque me he comportado como un m*ldito enfermo. Un hombre egoísta que no ha hecho sino actuar de la forma más detestable posible.
Pensar que fui yo quien presionó a Daniel para casarse y ahora no hago sino pensar en su espos