Perspectiva de Seraphina
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El silencio en esta habitación es diferente. No puedo decir que sea de paz.
Es una pausa inquietante.
Como si la vida estuviera conteniendo el aliento conmigo. Mientras estoy sentada en la camilla, con el suero colgando al costado y un hilo de sangre seca aún pegado a mi muslo.
El hospital tiene ese olor inquietante a medicina, pero lo que más me asfixia es lo que ya no está.
«Mi bebé»
El que apenas estaba formándose dentro de mí. El que no alcancé a conocer.
El que ni siquiera tuvo tiempo de existir en este mundo de m¡erda.
Cuando la puerta se abre y veo a Arielle entrar, algo en mí se quiebra del todo.
No por lo que me hizo Elías.
Tampoco por el golpe que me hice en la cara al caer, o por el dolor punzante en el vientre.
Sino porque su mirada no tiene juicio. Solo comprensión.
Y porque verla me recuerda que, a pesar de todo, no estoy sola.
Apenas se acerca, me lanzo a sus brazos. Me aferro a ella como si su calor fuera el único escudo que me queda contra e