El sol apenas se cuela por las cortinas cuando abro los ojos. La sábana se ha enredado entre mis piernas y el frío del aire acondicionado me recuerda que Cassian ya no está aquí. Aunque el fuerte aroma de su perfume está impregnado en las sabanas y yo no quiero dejar de olerlo. Me froto los ojos con los nudillos. Todo el cuarto huele a él. A pecado. A deseo reprimido y desbordado. A todo lo que no debería haber pasado, pero pasó igual.
Me odio por haber cedido. Por haberlo besado. Por haberle permitido volver a tocarme sabiendo que está mal, que es imperdonable. Y aún así... me cuesta evitar la estúpida felicidad que me brota al recordar sus palabras. "Te amo, Arielle."
Me ama. Cassian Harrington me ama. Y yo también lo amo con locura.
Eso es lo peor de todo. Yo también lo amo.
Pero Cassian tiene razón. No puedo seguir huyendo de él. No puedo seguir evitándolo, fingiendo que no existe, evitando lugares que frecuenta solo para no mirarlo, para no sentir esta quemadura dulce que me