Perspectiva de Arielle
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El olor a él aún flota en el aire. Mi habitación huele a Cassian.
Es como si su presencia estuviera tatuada en las paredes, en mis sábanas, en mi piel. Me tiemblan las manos mientras camino descalza por la habitación, con la bata de baño pegada a mi cuerpo aún tibio y húmedo. La humedad del baño se mezcla con el aroma salvaje y cálido que él deja a su paso. No puedo permitir que Daniel lo perciba. No puedo permitir que lo sospeche.
Agarro mi perfume del tocador, el que huele a peonías, y rocío el aire con él con urgencia. Rocío las sábanas también, una, dos, tres veces. El colchón aún está desordenado, con las marcas de nuestros cuerpos hundidas en la tela, porque somos culpables y las pruebas están por todas partes.
Estiro la sábana, aliso las esquinas, tiro las almohadas al suelo para reacomodarlas. Me muevo rápido, sin pensar demasiado en lo que hago, solo actuando por instinto. Me detengo frente al espejo. Mi reflejo está descompuesto, alterado. Los