Perspectiva de Edward Valmont
La junta de esta mañana está siendo un maldito dolor de cabeza. Mis ojos recorren la sala de conferencias, observando las presentaciones y las caras de los analistas, pero mi atención no está ahí. Está en ella.
Rossy, está de pie frente a un grupo de hombres jóvenes, explicando con confianza un gráfico en la pantalla. Su voz es clara, precisa, y aunque está rodeada de todos esos idiotas, su presencia se destaca. Todos se inclinan hacia ella, fascinados por la manera en que explica, por la forma en que se mueve, con una gracia natural que es difícil de ignorar.
Y sumado a su sonrisa amable, es su escote lo que me mata. Es su maldito vestido blanco, tan ajustado que cada curva de su cuerpo resalta sobre su piel canela. La tela se ciñe a su figura de una manera tan perfecta que me dan ganas de desgarrarla.
Y su perfume... dulce y exótico, aun estando a varios metros, puedo olerlo. Me inunda los sentidos. Me está volviendo loco.
Frunzo el ceño y me obligo a ap